Fuente: Pikara
Los avisos de contenido sensible de este texto son: transmisoginia, mención de genitales, ablación de clítoris, mutilación genital, violencia médica a personas neurodiscapacitadas y trans, violencia obstétrica, esterilización trans, discursos terf, vinculación mujer trans – señor pederasta y racismo.
El feminismo, como concepto, engloba un conjunto de movimientos que, a partir de distintas bases teóricas y prácticas, luchan por la liberación de todas las mujeres (y personas cuyo género está en el espectro femenino y, por tanto, están afectadas por la misoginia) de las estructuras de opresión a las que estamos sometidas por nuestro género. Un género que, como bien sabéis, está atravesado en mayor o menor medida por muchísimos factores más que crean experiencias diversas y complejas: colonización, raza, clase, discapacidad, orientación sexual,… La experiencia como mujer de una mujer negra de Senegal no será la misma que la de una mujer blanca, o nicaragüense, o trans, o autista. Una mujer cis euroblanca difícilmente experimentará el miedo a la ablación de clítoris, una mujer cis de Egipto nunca vivirá con la presión asfixiante institucional y social por mutilarse el pene que sufrimos las mujeres trans, una mujer trans nunca experimentará la violencia obstétrica en el embarazo, a una mujer trans que no sea susceptible de ser diagnosticada con trastorno de identidad múltiple no le negarán nunca el acceso a hormonas por ser neurodiversa. No hay violencias patriarcales que nos hagan más o menos mujer. Todas somos mujeres, y todas sufrimos misoginia, aunque sea de forma diversa. El patriarcado, maldito sea, tiene para todas.
Sin embargo, como estaréis hartas de ver, los discursos que más calan y más se expanden entre una población ávida de feminismo son aquéllos que representan sólo a ciertas mujeres. ¿Quién no ha leído nunca un artículo de Barbijaputa, o ha escuchado un mitin de Lidia Falcón, o ha visto un tweet de Towanda Rebels? Igual hay quien no sepa quiénes son, pero cualquiera habrá escuchado alguna vez sus mensajes, sea a través de ellas, o a través de otras personas. Porque su discurso es hegemónico, y a su vez, excluyente por naturaleza. Excluyente por no decir violento y misógino, porque agrede a una gran cantidad y diversidad de mujeres.
Hasta aquí no he dicho probablemente nada nuevo, pero creo que es importante contextualizar esto para sostener la afirmación del título. Una afirmación que nace de la propuesta de tema que me hizo llegar Pikara Magazine a la hora de decidir cómo enfocar este artículo. La propuesta -completamente bienintencionada- de esta revista era escribir un artículo sobre “cómo lograr una comunicación feminista transinclusiva”.
Y la respuesta de La CISterna Transfemmenista es: no se puede. No podéis incluir a las mujeres trans en la comunicación feminista.
La razón es sencilla. Las mujeres trans no podemos ser incluidas en un movimiento que ya nos pertenece de raíz. Nuestra identidad nos hace partícipes del movimento, somos mujeres. No somos la otredad que tiene que ser incluida y encajada en un discurso hegemónico. Hay que derribar lo construido y volver a empezar porque el hecho de que no nos consideréis la base de éste es un error fundamental.
No podemos encajar en una comunicación feminista que va con el coño por bandera, con los ovarios como escudo y con el “sexo débil los cojones” como himno. No se puede incluir a las mujeres trans en una comunicación feminista cis, blanca y burguesa que insiste en alcanzar los puestos de poder que tradicionalmente han pertenecido a los hombres blancos. Un feminismo cis, blanco y burgués que pretende, desde ahí, alcanzar una posición de (mayor) privilegio y así, a cambio de mantener el status quo de lo que no les afecta, separarse más de las mujeres que están en una posición más vulnerable que ellas. No se puede incluir a las mujeres trans en un discurso que nace del “a las mujeres nos discriminan por tener coño”, en el que preocupan mucho los métodos anticonceptivos para mujeres cis mientras a las mujeres trans nos están esterilizando sistemáticamente sin que nadie escuche nuestras voces gritar que ya basta.
Por eso invito a quienes quieran lograr una verdadera comunicación feminista que se preocupen menos por la comunicación y más por el fondo de lo que quieren comunicar. El problema no está en la comunicación, está en el imaginario colectivo del concepto “feminismo”. El problema no está en que haya pocas mujeres trans publicando en Pikara Magazine, el problema es que haya todo un sistema cediendo espacio a mujeres como Towanda Rebels, Barbijaputa, Lidia Falcón, y demás. Mujeres que atentan directamente, mediante sus discursos, a la vida de mujeres trans, de trabajadoras sexuales, de mujeres racializadas,…
Por supuesto que se pueden hacer cosas para corregir la comunicación feminista y hacerla menos TERF. Están empezando a florecer los casos de grandes medios que prescinden de los servicios de hombres por sus discursos y sus agresiones (de todo tipo) a ciertas mujeres. ¿Os imagináis por un momento que un periódico grande decide prescindir de los servicios de una feminista de renombre por su discurso de odio contra las mujeres trans? ¿Os imagináis por un momento que algún partido político convoca a los medios para anunciar que deciden romper su vínculo con el Partido Feminista Español por las declaraciones de su secretaria general en las que insinúa que las mujeres trans somos “señores pederastas impunes”? ¿Os imagináis espacios de formación universitaria en género y feminismos en que no se actúe con equidistancia y conciliación ante discursos transmisóginos constantes, que desplazan a compañeras trans hasta el aislamiento y el abandono de la formación? ¿Os imagináis que la dirección de la universidad y las compañeras feministas abordaran estas situaciones desde el enfoque de lo que son (agresiones)? ¿Os imagináis que en vez de cuatro tweets sueltos de las cuatro feministas cis estupendas, el feminismo se enfrente organizadamente contra todo el acoso transmisógino que recibimos a diario las mujeres trans que hablamos de feminismo?
O una de mis favoritas, ¿os imagináis que el feminismo respondiera en bloque a las mujeres que dicen que tienen miedo a hablar por si las acusan de transmisoginia igual que se responde en bloque cuando un tío dice que ya no se puede ligar sin que los acusen de machismo?
Si no sabéis ligar sin ser acusados de machismo, señores, igual no estáis ligando, sino que estáis agrediendo.
Si no sabéis hacer feminismo sin ser acusadas de transmisóginas, señoras, igual no estáis haciendo feminismo, sino que estáis agrediendo.
Así que mi recomendación para que el feminismo sea un movimiento revolucionario es que, quien lo quiera, se oponga claramente contra todo tipo de violencia estructural a una mujer, que se exija que rectifiquen, que expliquen por qué se han equivocado, que se disculpen clara y públicamente y que reparen daños materiales y simbólicos (tanto emitiendo comunicados, como pagando dinero a las personas afectadas por sus agresiones, cediendo espacios –seguros- a las personas agredidas para explicar lo que ha ocurrido, adaptando a su dañada salud las condiciones necesarias para poder seguir realizando sus cometidos –trabajar desde casa, por ejemplo-,…).
Si se quiere hacer de nuestra lucha feminista un movimiento revolucionario, dejémonos de corporativismos y amiguismos, cuidemos a las agredidas y enfrentémonos frontalmente contra todas aquellas personas que quieran hacer de éste una forma de extender el status quo para su propio bien.
¿O esto es pedir demasiado compromiso con nuestra propia causa?