Admitámoslo: va a llegar algún momento donde lo vamos a tener que decir.
Fuente (editada): VICE | Aitzole Araneta | 06 Agosto 2019
La atracción por personas transexuales es algo que no se ha trabajado en profundidad, para el relato mayoritario la erótica de estas personas no existe, pues siempre hemos sido retratadas desde una óptica de lo feo y lo monstruoso, y también se ha asumido que una vez resuelta la dificultad de que el resto del mundo nos vea como quienes realmente somos, se acabó el conflicto, se acabaron los problemas. Nuestro mayor conflicto ha desaparecido.
Hablar de lo trans, de infancias y adolescencias trans, o de los procesos médicos y legales por los que pasan muchas personas es cada vez más frecuente. En los últimos años han sucedido hechos concretos por los cuales lo trans ha pasado de estar en los márgenes a formar parte de las conversaciones de muchas personas.
La visibilización de familias y de menores transexuales, cuando anteriormente solo cabía su existencia en la adultez ligada a diferentes procesos médicos y a relatos como el de “los cuerpos equivocados” o las “almas masculinas/femeninas metidas en cuerpos que no son el suyo” están dando pasos a otros contextos donde lo trans es asumido a una edad cada vez menor y donde se destierran mitos como el del capricho o el estilo de vida. Nos encontraremos, cada vez más, con personas que tienen integrados sus caracteres sexuales (entre ellos sus genitales) en sus vidas con personas que no necesariamente van a querer modificar sus cuerpos a través de procesos hormonales y/o cirugías.
Acciones reaccionarias mediante (baste recordar a cierto bus naranja que decía que solo había niñas con vulva y niños con pene), adolescentes y jóvenes se están encontrando con terrenos farragosos a los que enfrentarse por primera vez.
Sin embargo, como decía, los anhelos eróticos, de pareja o en el ámbito de las relaciones interpersonales rara vez se han trabajado. Falta hablar de ello, y faltan referencias para poder explicar(se).
Escena 1: Interior noche
— Chico: Hola, ¿qué tal? ¿Sueles frecuentar este bar?
— Chica: Sí, bueno… He venido algunas veces… Con amigos…
— Chico: He de decirte que te he visto y no he podido evitar acercarme y preguntar cualquier cosa… Quería hablar contigo (se sonroja). Me gustaría hablar a solas contigo, ¿nos vamos ahí y charlamos ?
— Chica: Ehhh… Bueno… NO… (huye).
Historias como esta son frecuentes en relatos que me plantean muches jóvenes trans. Por ello, no es de extrañar que la juventud en esta situación huyan de escenas comprometidas como las de arriba, y que cuando no huyen de ellas el desencuentro con sus pretendientes tenga un elevado coste sobre su autoestima.
Es frecuente esta pregunta que me hacen muches jóvenes cuando trabajamos estos temas en talleres: ¿tú cómo lo dices?. Y es que, admitámoslo: va a llegar algún momento en el que lo vamos a tener que decir. Por ser alguien con unos genitales no ajustados a la norma (y por tanto, inesperados), si alguien tiene un interés erótico en nosotras/es/os (y por ende, en nuestros genitales), nos toca pasar por el trago de hablar de esa zona del cuerpo del que nadie tiene que dar explicaciones antes de tiempo.
También tocará gestionar el desconcierto de la otra persona, y las posibles preguntas basadas en mitos como: “Entonces… ¿Qué eres?”, “ o “Ah… ¿Y cuándo te vas a operar?”, o incluso el consabido “Pero entonces… ¿Te dedicas a la prostitución? ¿Cuánto cobras?”. Lo más importante es dejar claro que muchas de estas preguntas no tienen un interés malicioso, sino que forman parte del desconocimiento, y de la falta de educación sexual que en general arrastramos como sociedad.
El passing, que es el término que se usa para referirse a aquellas personas trasns que “pasan por” chicas y chicos cis (es decir, a los que erróneamente llaman “chicas/chicos biológicos”), sigue siendo fundamental en esto del ligoteo.
Se asume que el objetivo de la gente trans es ese passing, pero esta asunción es problemática porque nos introduce de lleno en la tiranía de la belleza normativa, la estándar, esa que hay que conseguir como meta aspiracional para tener éxito, también, en el plano erótico. Y porque se asume que las personas que no tengan passing quedan fuera del terreno de la seducción, incluida la sanción social a quien siente atracción por alguien que, simplemente, “no pasa”.
Opción 1: la explicación de la palabrita de marras
Palabra clave: TRANS. Soy trans. Breve, directo y conciso. Economía del lenguaje, que se dice. Todo el mundo sabe lo que es ser trans… ¿No?
Pues no. No todo el mundo sabe lo que es ser eso. Y lo más fastidioso, ni siquiera se trata de “ser” algo, sino de una situación. Una situación que con el tiempo debería de tender a desaparecer.
Porque a medida que vayamos avanzando más en la comprensión acerca de nuestras identidades sexuales, asumiremos como sociedad que se puede ser hombre, mujer o cualquier otra identidad sexual teniendo los genitales que tenemos. Cuando seamos capaces de comprender colectivamente que los binomios hombre = pene y mujer = vulva excluyen a muchas personas, estaremos en disposición de democratizar esas palabras, y de comprender que nadie es trans como sustantivo, sino que es un adjetivo circunstancial. En definitiva, ya no será necesario referirse a la palabra trans, pues estará asumida tal situación en el imaginario colectivo.
Pero para ello faltan aún varias generaciones, y queda mucha pedagogía por hacer. Mientras tanto, al usar esa palabra tocará hacer esa pedagogía, ese explicar hasta el infinito qué es eso de trans y qué implica en nuestro caso.
Opción 2: hablemos de pollas y coños, pero sobre todo hablemos de quiénes tienen esas pollas y esos coños
“Soy un chico y tengo vulva”. Y en ello que se nos va la magia de lo implícito, de la seducción, del descubrir. Aquí no hay mucho margen para el malentendido y mucho menos para el misterio, la fantasía, el descubrir el juego de la seducción.
Quizá es la opción más segura, la clase de educación sexual que puede tocar dar será mucho más limitada, pero también corremos el riesgo de provocar un espasmo súbito o una espantada que ni el Correcaminos de los Looney Tunes.
Opción 3: asumámoslo, nos vamos a quedar con lo mejor
Sea la opción que sea la que elijamos para contar eso que los demás no tienen por qué contar, deberemos activar el control de daños. Mientras nos debatimos entre usar la opción 1 o la 2, va a ser importante resignificar la reacción que nos vayamos a encontrar. Y es que hay que asumir que si alguien huye después de darle información íntima, de hacer pedagogía o de que nos cuestione, lo que estamos haciendo es dejar irse a alguien que claramente no nos merecía.
Convertir el fracaso de un probable rechazo en la oportunidad de seleccionar mejor y de conocer a gente que realmente merezca la pena es convertir un relato de malestar en otro de posibilidad.
Porque la resiliencia que hemos mostrado en otros aspectos de la vida nos tiene que hacer ver que, sea la opción que sea la que elijamos para explicarnos, el final de la historia tiene que ser el más feliz, el que haga que salgamos más indemnes de la situación. Porque algo está claro, y es que, tarde o temprano, esa persona a la que gustemos y que nos van a aceptar a nosotras y a nuestros genitales acabará por llegar.
A la juventud y adolescencia que se enfrenten a la selva de la seducción y el ligoteo: no desesperéis. Nadie dijo que esto fuera follar y cantar. Pero en la medida de lo posible, vamos a cantar, que en algún momento se dará el follar.