Testimonio de María, Carlos, Eva y Juan
Hola Eva, ¡ya está hecho!, he intentado recordarlo minuto a minuto y este es el resultado. De corazón espero que os guste.
En el camino, y en el proceso que nos ha tocado vivir, he aprendido mucho y he tenido el privilegio de hacerlo acompañada. Hoy quiero escribirles a ellos, mi familia canaria, que es mía y única. ¡Así lo siento! Vivimos separados por más de 2000 km, pero unidos por el corazón y eso me hace tenerlos siempre cerca. Hoy miro atrás, y solo puedo dar gracias. Gracias por aparecer en nuestras vidas. Gracias por tener el sentimiento y los brazos abiertos para recibir a una familia.
Poco sabíamos de ellos, fotos de David y Cloe y que el padre de Eva nació en nuestro pueblo. El mundo es un pañuelo… y lo interpreto como que el legado que nos dejaron Eva y Juan vuelve a sus raíces.
Acudimos a nuestro primer encuentro, nerviosos, deseosos de aprender e informarnos.
Entre todas las maravillosas familias, allí estaban Eva y Juan. Eva hacía preguntas en las ponencias, hablaba realmente emocionada, lloraba… callaba… volvía a hablar… estaba sentada justo delante de mí.
La impresión que me dio Eva, fue la de una hormiguita silenciosa que, ¡cuando menos te lo esperas ha construido un castillo impresionante! pensaba… ¡qué fuerza tiene que tener una madre cuando después de pasar por todo el trance de adoptar, ve que su misión no ha hecho más que empezar…. en todos los sentidos! Juan estaba ahí, a su lado, callado, pero la agarraba de la mano con esa fuerza y esa constancia y, de vez en cuando, la acariciaba apoyándola en silencio… una imagen vale más que mil palabras (y yo la tengo en mi memoria). Al salir de la charla, vi que hablaban con unos, con otros…, la gente se iba yendo, quedaban muy pocas personas y le dije a Carlos: “vamos a esperar, necesito hablar con ellos”. Al fin nos presentamos en la misma puerta cuando ya se iban.
Fue matemático, su primera reacción fue echarse la mano al bolso al escuchar que el nombre de nuestra hija era Sara. Fue de corazón… sin saber para quien iría a parar su gesto, el que ella tenía preparado, sus dos únicos recuerdos con el nombre de Sara. Al ver a mi hija con 11 años tan grande, dijo: “lo que os traigo quizá no os valga, pero es su nombre y yo quiero que lo tenga vuestra hija”. Me enterneció aún más si cabe cuando Eva llorando nos explicaba que eran sus dos últimos recuerdos como Sara. Compras hechas por su abuela, las abuelas esas grandes embajadoras de valores y tradiciones.
Como anécdota curiosa y divertida, recuerdo cómo David, mientras cogía carrerilla para tirarse en plancha sobre el sillón, nos oía hablar del tema y el nombre de Sara aparecía constantemente y él decía: “¡mamá, Sara no, que soy David! y a continuación seguía intentando alcanzar el sillón cada vez desde más lejos. Eva sonriendo le decía: “que no David, que Sara es esta!” y señalaba a mi hija. En esos momentos entre risas y nerviosismo yo solo podía repetir: “Eva, ¡esto para mi tiene un valor sentimental incalculable!
Quiero recalcar que me impresionó la forma de ser de esta familia. Su forma de dedicarnos tiempo, tiempo para escuchar nuestros problemas, nuestro desconcierto, pero al final nos ayudaron a descubrir que a pesar de nuestros problemas podemos y debemos ser felices, principalmente por ell@s. Con gente como vosotros es muy fácil.
Nuevamente gracias.
Ahora me toca a mí… Sería injusto empezar por decir que cada vez que leo lo que han escrito María y Carlos no me emociono y se me saltan las lágrimas, todavía me ocurre que a veces no sé bien distinguir si sigue habiendo algo de dolor en ellas porque se me sigue encogiendo el corazón cuando pienso en mi Sarita, mi “chinita del alma” (sólo cinco años con ella y como duele despedirse, pienso en los niñxs que lo dicen a su familia más mayores y no puedo ni imaginar el dolor de esos padres y madres que comprendo se resistan al principio), cada vez lo siento menos y cada día me convenzo de que esta aventura y el secreto que Sara nos tenía guardados sólo nos va a ayudar como familia a ser mejores personas y que para su hermana Cloe es un regalo vivir una experiencia de vida tan importante y que de otra manera seguro no hubiéramos experimentado, gracias mi niño, mi principito oriental por enseñarnos que la vida puede ser mejor con gente a tu lado que vive la diversidad en positivo, ¡GRACIAS DAVID!
Es cierto que me envalentono, que defiendo y que grito y pataleo, ¿de qué otra manera escucha este mundo, esta sociedad nuestra tan ciega y sorda? Y también es muy cierto que Juan está ahí, incondicional y a mi lado incluso cuando me equivoco, él es el pilar invisible porque la gritona soy yo, pero tan necesario que sin su apoyo nos derrumbaríamos los 4, empezando por mí, así que ¡GRACIAS JUAN!
Después está la princesa de la casa, que ya no tiene competencia, jajaja, ella adora a nuestro principito y lo defiende cuando alguien le lama “Sara”, con sólo tres años no ha hecho más que confirmarnos que hacemos bien apoyando a su hermano porque eso es lo que ha sido siempre para ella, un niño, su pirata que así me decía con dos años y medio: “Mamá la Tata es un pirata, pero yo soy una princesa”, ¡qué cierto!, sólo se equivocaba en un matiz: ¡es un PIRATRANS! GRACIAS CLOE por hacerme la vida más fácil y por entender que tenemos que defender a David y cambiar esta sociedad con nosotros, espero que algún día cuando crezcáis sigáis trabajando en ello, eso significará que os hemos enseñado lo importante de la vida, OS QUIERO FAMILY.
Hablar de mí no es algo que yo suela hacer pero si confesaré que siento que nuestra nueva realidad familiar se ha convertido en una razón de vida, me motiva a aprender y compartir pero sobre todo sentir que hacemos algo útil para nuestra sociedad…
En esas ganas de aprender y de ofrecerle a David la oportunidad de conocer a otros niñxs transexuales y a pesar de que la economía no ayuda, la prioridad era ir al III Encuentro de Familias CHRYSALLIS, allá a la Península (voy a decir que el décimo lo podemos hacer en Canarias, por eso de dejar tiempo para el ahorro, jajaja), a conocer a otras familias y a seguir creciendo como personas, pero sobre todo a que mis hijos vivieran la experiencia de ser uno más en un ambiente infantil, porque aquí todavía no se han hecho visibles familias con niños tan pequeños como David y en nuestros encuentros excepto él todos son adolescentes, aunque cada día se siente más cómodo entre ellos y dice: “Mami, son como yo” y se va tan tranquilo, cosa que Sara no hubiera hecho nunca porque no salía de mis faldas, además de jugar, comer, reír y en definitiva ser un niño feliz que es al final lo que cada uno de nosotros como madres y padres deseamos para nuestros hijos: ¡una infancia feliz!
Yo creo que un mes antes del viaje a Madrid yo ya tenía las maletas en casa, iba lavando la poca ropa de invierno que tenemos y guardándola en la maleta, primero la de Cloe, después la de David y por último la nuestra, nosotros íbamos una semana porque, como bien dice María, mi familia es castellana, la mayoría viven en Valladolid, así que era visita obligada a mis abuelos y tíos y que ellos salieran de dudas con respecto al cambio de David porque algunos no lo entendían e incluso cosas peores… De hecho en esos tres días en Valladolid quedamos con Vanesa, mamá de Laura de Campaspero, un pueblo de Valladolid, encantadoras como todas nuestras familias, porque sí, algo nos une, aunque es invisible es mágico y será para siempre.
Mientras preparaba ilusionada el viaje vi en la nevera de la cocina un imán que era un portafotos que ponía SARA, y su mochila del parque en el perchero que también llevaba escrito su anterior nombre y pensé: Eva esto ya no puede estar aquí, a David ese nombre no le gusta nada y aunque es pequeño, no es tonto y no puedo ser yo su madre alguien que le haga sufrir por mi propio egoísmo de aferrarme a esas cosas materiales que nunca van a hacer que Sara vuelva, porque lo que peor lleva David es ver cosas que sean de Sara y con ese nombre, y yo lo había quitado todo excepto esas dos cosas, la mochila estaba en la parte alta del perchero y sólo la usaban para ir al parque y la llevaba Cloe y el portafotos en la parte alta de la nevera, él no llegaba a verlo así que no se enteraba, pero yo sí, cada día lo veía y sabía que lo tenía que quitar pero no me daba la gana, quitarlo significaba decir adiós a lo poco que me quedaba visible de Sara, aunque sólo fuera a la altura de mis ojos. Así que se me iluminó la bombilla y me dije: ¿Y si esto pasara a otra Sara? ¿Se molestarían, sería algo correcto o incorrecto? Y le mandé un whatsapp a Maria José, la súper mamá de Amy para preguntarle si había alguna familia que fuera al encuentro con alguna niña que se llamara Sara y le dije lo que había pensado, me contestó que la Sara de Galicia no venía pero que como ya se perdía entre tanta familia que no conocía, que no sabía si había alguna Sara o no pero que la idea era muy bonita. Así que pensé que si no había ninguna Sara me lo traía de vuelta y listo así que después de lavarlo lo metí en la maleta con los ojos llenos de lágrimas sabiendo que nunca más sería parte de mi vida porque Sara ya no está (o como me dijo el marido de Eva Witt en el encuentro en una comida inocente “Sara nunca estuvo, ya que siempre nació David”) algo de lo que yo todavía hoy estoy intentando convencerme y que conseguiré, David es más tajante porque directamente te dice que Sara se murió.
El paso de quitarlo de donde estaba, lavarlo y meterlo en la maleta fue muy importante para mí y recuerdo que pensé que ojalá a la familia que se lo diera le gustase porque para mí estaba siendo un esfuerzo y tampoco sabía qué reacción iba a tener, pero como siempre pienso que todo lo que se hace de corazón debe salir bien allá iban…
He de confesar que en alguna ocasión le dije a mi padre que en el grupo de familias había una de Aranda de Duero pero como somos cada día más, por suerte para todos esos niñxs, en ningún momento pensé en que iban a ser ellos mis destinatarios y eso que siempre me acuerdo y lo digo muchas veces cuando hablo con otras familias de lo importante que es escuchar a nuestro hijxs y que cuanto más pequeños mejor porque tenemos una familia en el grupo que ahora que los padres apoyaban su niña de 11 años (que no recordaba que se llamara Sara) le cuesta mucho hacer el tránsito social por miedo al rechazo del entorno, ya que cuanto más mayores más prejuicios tienen al igual que nosotros los adultos, que ya nos encargamos bien de ello.
Después de perdernos en Madrid, camino del aeropuerto a recoger a nuestra LOLA, con el coche de alquiler rumbo a Ciudad Real, llegamos por fin y yo ni deshice las maletas, sólo cogí la mini mochila y el portafotos y lo metía en mi bolso, no sabía en qué momento me iba a encontrar con la familia de Sara, si es que la había, así que en 48 horas no podía perder ninguna oportunidad…
Y bajamos a la sala que teníamos asignada y conocimos a algunas familias, todas es muy difícil, para la próxima vez a ver porque querré estar con los que ya conozco, conocer a los demás, etc., así que el IV ¿podría coincidir con un puente y lo hacemos algo más largo? Da igual cuando sea allí intentaremos estar y que los minutos nos cundan como horas…
Allí estaba, muchos ya se conocían y se saludaban, yo sólo miraba a los niños y decía ese se llama “Oliver”, aquella creo que “Nahiane”, aquel me suena la cara pero no sé cómo se llama, aquella tampoco, ¿quién es hermano de quién? ¡Qué lío!, esto ¿cómo se hace? ¿Cómo nos organizamos para saber quién es quién? Pero todo fue surgiendo de manera natural, de la mejor manera posible… Si la memoria no me falla creo que fue María José la mamá de Oliver la que se me presentó, David era una estupenda carta de presentación, hace tiempo que dejé de ser Eva para ser “la mamá de” y yo encantada. Nos colocamos en medio del pasillo, creo que hablamos con Tamara de Madrid pero en medio de las familias había una que creo que estaba como nosotros un poco perdidos entre los nervios y los gritos de los peques, ellos son Ana y Luisfer papás de Martina de Cantabria, mientras yo intentaba que David y Cloe jugasen con otros niños y le explicaba a David que muchos de esos niños eran como él, mi marido ya había hecho un gran trabajo que empezaba por empatizar con Luisfer e intentar que se tranquilizara que no estábamos solos en este camino y que juntos lo recorreríamos mucho mejor, así que a esa familia nos la trajimos en el alma desde el minuto uno, además yo compartí lágrimas con Luisfer que sin conocernos nos unirán toda la vida, si ellos nos los permiten, el duelo que no todos sienten pero que yo sí, era nuestro factor común y que después del encuentro aunque seguía era menos intenso o al menos lo estábamos intentando controlar y que cada día sea menor…
En cada actividad organizada y en cada almuerzo conocimos a familias maravillosas que ya forman parte de la nuestra, cada una en su proceso, todos válidos. Si no recuerdo mal, la última de la actividades era una “Dinámica de Familias”, eso creo que era o lo que ponía en el horario, domingo después del desayuno, yo llevaba llorando por “la frase” del almuerzo del sábado (la de “Sara nunca existió”) toda la noche y en el desayuno del domingo con Lola que en vez de “desayuno con diamantes” había sido “desayuno con lágrimas”, y abro la puerta para entrar en la actividad y me encuentro a todas las familias haciendo un círculo y una de ellas hablando y pensé: “Uff que aquí toca sincerarse y yo hoy no puedo”, que yo pensé que lo duro ya lo había vivido ayer en el almuerzo, y encima entré sola, menos mal que después de ubicar a los peques Juan se sentó en el suelo a mi lado porque cuando me tocó no recuerdo bien lo que dije pero que salió del alma eso seguro.
Cuando salimos daba como cosilla pensar que ya las familias se marchaban después de comer y que había tantos que todavía no había conocido… Y se produjo el encuentro que me faltaba, justo en la puerta, como si ninguno nos quisiéramos marchar, allí estaban María y Carlos, no sé quién esperaba a quién pero creo que fue María la que se presentó, diciendo que eran la familia de Aranda de Duero y yo pensé a estos sí los tengo que conocer que si no mi padre me mata. Jajaja. Y cuando María me dijo que eran los padres de Sara todo encajó, eran ellos mis destinatarios y ¡no podían ser otros!
Pero ¡quién me iba a decir a mí, que la familia para la que yo llevaba mi bolso lleno iba a ser la familia de Aranda de Duero! ¡Qué magnífica coincidencia! y como dice María una señal del cielo… El momento siguiente ya lo cuenta María, fue instantáneo, metía la mano en mi bolso y me liberé, llevaba dos días con ellos en el bolso sin saber si al final me los volvería a traer a casa, mis recuerdos no podían estar en mejores manos, es cierto que Sara me parecía muy grande para lo que yo llevaba que era de una Sarita pero lo importante estaba en el gesto, el recuerdo y el amor con el que yo lo hice y ellos lo recibieron, GRACIAS a mi nueva familia, por fin voy a tener una razón importante para volver a Aranda de Duero, la tierra que vio nacer a mi padre y que alguna vez visité de niña sin ningún apego especial, ahora la he vuelto a encontrar!
Ahora pienso que este gesto inocente pero muy bien intencionado y con una carga emocional inmensa que no sabía muy bien en qué acabaría ha sido mágico y desde aquí creo que ahora hablo en nombre de los cuatro, María, Carlos Juan y yo, invitamos al resto de familias a ponerlo en práctica, ¡ha sido una vivencia para siempre!