La Declaración Universal de los Derechos Humanos, dice en su artículo primero:
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Pero esto, por supuesto, se limita a aquellas personas que entran dentro de unos parámetros, ya que los ataques racistas, machistas, homófobos, etc. se siguen sucediendo en la sociedad, incluso por parte de los Gobiernos, como es el caso de algunos países en los que mantener relaciones sexuales con alguien de tu mismo sexo está condenado con la muerte. Habrá quién objete que esto “tan solo” sucede en ciertos países de África y que aquí las leyes son más “permisivas”. No obstante, esa frase tan bonita y progre que acabo de escribir, conlleva una carga enorme de hipocresía, ya que, si realmente todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos, ¿qué es lo que hemos de permitir? ¿Acaso consideramos permisiva una legislación que permita las relaciones sexuales entre dos personas de sexos opuestos?
Ya que hemos comenzado a hablar de sexos, ¿qué sucede con aquellas personas que no pertenecen al sexo al cual una persona con bata blanca decidió que pertenecían en el momento exacto de su nacimiento? Muy sencillo, como dichas personas están fuera de sus parámetros, no quedan incluidas en el artículo, ya que para que se reconozca un derecho tan básico como el de su identidad, tienen que acudir a su centro sanitario para solicitar que le deriven a un psicólogo/psiquiatra, según el lugar, y que le diagnostique un trastorno mental. Todo esto, sabiendo que la transexualidad no es ninguna enfermedad y teniendo numerosos estudios que así lo confirman. Por lo que, llamadme trastornado, pero yo observo una violación bastante evidente de los principio de libertad e igualdad. Ya que, ¿cuántas personas tienen que acudir a un psicólogo/psiquiatra para que legalmente pueda ser reconocida su identidad? No solo eso, el momento en el que te entregan el informe, es bastante común vivirlo como un gran momento ¿Pero alguien se ha dado cuenta de lo que ese momento realmente implica? Aunque para quién recibe el informe normalmente significa el pase al endocrino, algo bastante anhelado por la mayoría, su verdadero significado es que eres un trastornado mental al que deben curar y como no existe cura, ya que la identidad ni es una enfermedad ni es algo voluble, te “curan” ayudándote a… ¿a qué? ¿qué se supone que hacen? ¿te diagnostican un trastorno y después te ayudan a vivir tu locura?
Todo el proceso, no es más que una vulneración tras otra de la libertad y derecho a decidir sobre su propio cuerpo de las personas transexuales. Por ejemplo, para poder cambiar el nombre por uno del sexo al que perteneces, es necesario cambiar el sexo y, para esto, primero debes demostrar que llevas dos años en tratamiento hormonal, el cual no puedes iniciar legalmente sin un informe clínico que te diagnostique un Trastorno de Identidad de Género. Como se puede observar, todo comienza solicitando que te declaren enfermo, lo cual queda estancado hasta que logres convencer de tu identidad a quién se sienta enfrente, continúa con un tratamiento de por vida al que no todas las personas desean someterse y finaliza con una decisión judicial. Tal y como se puede observar, la única decisión que te dejan tomar es la de iniciar, o no, el proceso. Si deseas someterte a alguna operación, también necesitas el permiso de una tercera persona, por el simple hecho de que ha cursado estudios de psicología/psiquiatría. En el caso de las personas transexuales no hay mayoría de edad que valga a la hora de tomar decisiones sobre cirugías. Por ejemplo, si un hombre transexual desea quitarse los pechos, necesita el permiso de un especialista mental y, en caso de que lo deseé un menor, también necesitará una autorización judicial. Pero si un chaval de años 16 desea operarse por mera estética puede hacerlo simplemente con el consentimiento de sus tutores legales y si fuese mayor de edad, le bastaría con acudir a una clínica y solicitarlo. De nuevo se puede observar una vulneración de los principios de igualdad y libertad.
En definitiva, pese a que se suponga que según la Declaración Universal de los Derechos Humanos todos tenemos los mismos derechos, la práctica demuestra que esto no siempre es así y basta con salirse de sus patrones para que estos no sean aplicados. De nuevo, una legislación se interpone entre las personas y sus derechos con la excusa de protegerlas, aunque dicha interposición, en numerosas ocasiones, tan solo sirva para crear problemas donde no los hay.
Xabier Lozano Pajuelo