Respetar a las personas trans* es abrirnos a un mundo sin estereotipos

Invitacion A&T DDHH y Menores Trans

Por Violeta Asiego (@Vissibles)coordinadora del Equipo de Diversidad Afectivo-Sexual de Amnistía Internacional

Imagen del evento de Amnesty & Tuits celebrado en Madrid el Día de la Despatologización Trans. © Paco Ruano

Fue en 1990 cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió sacar la homosexualidad de su lista de enfermedades. La orientación sexual de las personas dejó de tener el aval del organismo internacional para ser calificada como algo desviado desde el punto de vista de la salud. Algo muy distinto sucede con la identidad de género, que todavía es considerada como una patología por parte de la OMS y de la Asociación Americana de Psiquiatría.

A ojos de la ciencia médica las personas trans* son personas con un trastorno psiquiátrico. A ojos de Amnistía Internacional las personas trans* son uno de los colectivos (dentro de la diversidad sexual) que más violaciones de derechos humanos sufren, precisamente porque su identidad es negada por los Estados cuando estos les fuerzan a someterse a tratamientos y requisitos inaceptables desde un enfoque de derechos.

Por este motivo, aprovechando la celebración del Día de la Despatologización Trans, los equipos deDiversidad Afectivo Sexual (DAS) y Redes 2.0 de AmnistIa Internacional, organizaron el segundo evento deAmnesty & Tuits.

Más de 70 personas se reunieron en el Café Manuela, en Madrid, para oír hablar a Lucas Platero, Saida García y Leo Mulió sobre cómo esta situación de discriminación y violencia se focaliza en los menores de edad trans*. Las palabras fueron moderadas brillantemente por Paco Tomás, director del programa de radioWisteria Lane de Radio 5 (donde el equipo DAS tiene una sección cada mes).

Una breve reseña de cada una de las personas que animaron el debate puede hacer una idea de lo que fueron aquellas casi dos horas de tertulia.

Lucas Platero, sociólogo, es uno de los mayores especialistas en nuestro país en cuestiones relacionadas con la identidad y la expresión de género. Docente y autor (entre otros) de ‘Trans*exualidades’, un libro que –sin duda– es un instrumento para el cambio social desde el ámbito educativo.

Saida García
es presidenta de Chrysallis, una de las organizaciones de familias de menores trans que luchan para que el derecho de sus hijos a ser identificados por el género sentido se respete en las leyes y en vida real.

Leo Mulió
es una de las caras más visibles del activismo trans y miembro de la Fundación Daniela. Su propia historia fue dada a conocer en el documental ‘El Sexo Sentido’.

Más de 70 personas se reunieron en el Café Manuela , en Madrid, para oír hablar sobre cómo la situación de       discriminacion y violencia se focaliza en los mejores de edad trans*. © Paco Ruano
Más de 70 personas se reunieron en el Café Manuela , en Madrid, para oír hablar sobre cómo la situación de       discriminacion y violencia se focaliza en los menores de edad trans*. © Paco Ruano

Uno de los elementos comunes es la importancia y la necesidad de poner el foco en la educación para que, desde los niveles más básicos, se incorporen aprendizajes sobre la diversidad. Conocimientos que rompan los estereotipos sobre la identidad y el género que giran en torno a la mirada binaria de que solo se puede ser hombre o mujer.

Son precisamente los  prejuicios  y  esos  estereotipos  de  género, de los que se derivan las ideas estandarizadas de masculinidad y feminidad, los que dan lugar a las violaciones de derechos que denuncia Amnistía Internacional. Violaciones que afectan las personas trans* poniendo en  riesgo su derecho a la vida, a la integridad física, a la salud, a la intimidad, a la libertad de expresión y a no sufrir tortura ni otros tratos inhumanos y degradantes.

En España, los derechos de las personas trans* están en mejor situación que en otros países del mundo, sin duda. Sin embargo, siguen imponiéndose requisitos y condiciones hasta permitirles vivir según su identidad sentida: dos años de espera y un tratamiento psiquiátrico que la mayoría no necesita por su identidad sino porque la Asociación Americana de Psiquiatras les ancla en la categoría de disforia de género/trastorno de identidad de género.

Si algo nos quedó claro a quienes asistimos al Amnesty&Tuits, tras escuchar a Lucas, Saida y Leo, es que ellos y sus hijxs están en paz cuando les dejan expresarse y vivir conforme a su sexo sentido. Y que son los clichés los que castran sus vidas, su felicidad y sus derechos.

En el caso de las niñas, niños y adolescentes trans, esa incomprensión por parte de los adultos –principalmente dentro del ámbito escolar– es la que provoca los trastornos en su estado de ánimo que dan lugar a situaciones que desde el Colegio de Psicólogos de Madrid, por ejemplo, se denuncian: ser transexual es sinónimo de diversidad, no de enfermedad.

Es la situación de estrés, de desgaste emocional provocada por la negativa a reconocer a los menores de edad su género sentido la que hace que aumente su fragilidad y vulnerabilidad. Esto es lo que contribuye a que puedan sufrir problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad. No es capricho de los niños o de las niñas, es que la transexualidad existe, y no es una enfermedad. El defecto está en negar que nuestras vidas están demasiado dominadas por el rosa o el azul, algo que sin duda no nos deja ver el resto de colores.

Intervención de Violeta Asiego durante el Amnesty & Tuits celebrado en Madrid. © Paco Ruano

Amnistía Internacional de manera reiterada ha dicho que los Estados deben garantizar que las personas transgénero pueden obtener el reconocimiento legal de su identidad de género mediante un procedimiento rápido, accesible y transparente. Precisamente esa es la petición de los colectivos que defienden los menores trans* en nuestro país. Porque cuando se obliga a estas niñas, niños y adolescentes a utilizar un nombre que les identifica con un sexo que no les representa, se está violando su derecho a tener un nombre y a configurar plenamente su identidad. Es una violación sistemática y permanente que debería ser reparada, autorizando la adecuación del asiento registral. Este es precisamente uno de los aspectos que estas organizaciones defienden en los borradores de leyes integrales que defienden ante los diferentes agentes políticos.

Pero no basta cambiar las leyes sino cambiamos nuestra mirada y nuestros propios hábitos.
La concepción binaria de género no solo afecta a las personas trans*. Una de las conclusiones de aquella estupenda tarde-noche, fue que en gran medida depende de cada una y cado uno cambiar esa mirada, y que información para aplicar en las escuelas, para abordar los temas en casa a través de cuentos y para reflexionar en la intimidad hay, y mucho.

Llegado el punto en el que una persona se sensibiliza con este tema, el profundizar en ello es responsabilidad individual no delegable en el Estado. No cuestionar el sexismo en el que estamos inmersos es ser tan rígidos cómo las leyes que desde Amnistía denunciamos. Es perdernos la posibilidad de ser uno mismo… aunque no se sea trans*.

NOTA: El término «trans*» con un asterisco, como un concepto «paraguas» que puede incluir diferentes expresiones e identidades de género, como son: trans, transexual, transgénero, etc. Lo que el asterismo añade es señalar la heterogeneidad a la hora concebir el cuerpo, la identidad y las vivencias que van más allá de las normas sociales binarias impuestas. Trans*, trans y transgénero son términos que tienen en común ser autoelegidos por sus protagonistas, frente a aquellos que provienen del ámbito médico y que señalan una patología. El asterisco quiere especificar que se pueden tener luchas comunes, al tiempo que reconocer que hay muchas otras cuestiones en las que no hay un consenso o una única visión de lo que supone ser trans, trans*, transexual o transgénero.