Hola familia,
quizás no sepáis porqué os escribo, no tengo otra manera de contaros en primera persona lo que llevamos años viviendo en silencio en casa Juan y yo. Si me conocieseis bien, sabríais que no tomo ninguna decisión importante sin meditarla un millón de veces; es cierto que al final el corazón me puede y aunque la razón dude cada día de si hace lo correcto o no, deseando que sea una equivocación, mi corazón me dice que no me equivoco y juro que desearía con todas mis fuerzas que lo fuera, pero ya no podemos negar lo evidente…
Lo que estamos viviendo es muy duro, nos ha costado mucho enfrentarnos al día a día, en estos momentos porque vivimos con el miedo de quién nos va a dar otra patada en el culo, algo que por suerte hasta ahora no habíamos experimentado mucho.
La gente que nos conoce y nos quiere siempre nos ha apoyado, cuando empezamos con la casa, el estudio, las oposiciones de Juan y cerrar la empresa que él llevaba, la adopción de Sara, el viaje humanitario de Juan este año e incluso la aventura de acoger a Yexi a pesar de que de esa aventura aún me sigo recuperando, porque tengo que reconocer que la sigo queriendo mucho en el fondo de mi alma y he aprendido que, por desgracia, el amor no todo lo puede solucionar…
Lo que estamos viviendo era algo que se venía cociendo a fuego lento en un cuerpito que todos queremos y que se llamaba Sara… A nadie más que a mí le cuesta decirle adiós. Y es muy cruel decirme que yo la aliento o le fomento algo así, porque no es cierto, sólo le permito que sea ella misma como me hubiera encantado poder hacer a mí y no vivir una infancia encorsetada con la idea de que sólo podía hacer aquello que mis padres aprobasen, el resto era impensable, así que opté por ser una buena niña y tuve una infancia que no recuerdo con ningún cariño especial. Eso tampoco es culpa de nadie, cada padre lo hace lo mejor que sabe aunque se equivoque. Como nosotros… aunque nos equivoquemos, creemos con mucho miedo y alguna duda que hacemos lo mejor para Sara, una niña que desde los dos años me viene manifestando que es un chico: “mami, a mí no me pongas ni coleta ni trabitas que yo soy un chico”. Con tres ya me dice sentado en el orinal y metiendo su cabecita casi dentro: “Ves mamá yo tengo un pene pequeñito, está ahí adentro y me va a crecer”. Yo todo esto lo escuchaba y no le hacía mucho caso, sólo le respondía: “No cariño, tú eres una niña” y seguía con mi vida.
Pero las cosas de la vida y creo que mi gran sentido de la responsabilidad hicieron que, a pesar de que por las tardes me resulta más difícil dejar a las niñas, me fuera a una charla de “Cómo Educar en la igualdad sexual a nuestros hijos”, ¡qué ignorante es uno con 40 años!, pensé cuando escuché por primera vez en mi vida que existían los niños transexuales y me asusté porque en cuanto la ponente empezó a hablar yo veía a Sara en cada frase y pensé: “Esto, ¿qué es?” y, por supuesto, no podía irme de allí sin preguntar y así lo hice: “Tengo una niña china adoptada de tres años que lleva meses diciéndome que es un niño.” Y me preguntaron: “y tú ¿qué le contestas?” y yo le dije que le había dicho esto: “No cariño, tú eres una niña” y me corrigieron con la siguiente afirmación, que parece obvia, pero en la que yo nunca había caído: “Muy mal, si a un niño tan pequeño que te confiesa lo que siente cada vez que te lo manifiesta le respondes con un NO, ese niño con el tiempo dejará de confesarlo porque pensará que eso está mal, ya que su madre no lo aprueba”. Que la edad en la que un niño está formado mentalmente es a los tres años, pero que lo dejase crecer y veríamos… “¡Joder!, es verdad” pensé y me fui a casa a contárselo a Juan que, por supuesto, está conmigo en esto y todo lo que nos une. Decidimos que cada vez que ella nos lo dijera simplemente no íbamos a decir nada ya que no encontramos otra respuesta que nos pareciera bien, así que el silencio a partir de ahí iba a ser nuestro aliado… Así hicimos durante un año y medio aproximadamente, pero en ese tiempo yo traté de informarme de qué significaba ser un niño transexual; hice un curso con los que más saben de esto, la Asociación Gamá de Gays, Lesbianas y Transexuales de Gran Canaria. Aprendí cuál era el protocolo y seguimos nuestras vidas…
Vidas que siempre que hemos podido y la economía nos ha permitido hemos compartido con ustedes. Es cierto que en este último año no es que Sara no siguiera manifestándose, es que quizás (yo sabía que ella se sentía un chico) la cosa no fue a más, o simplemente y seguramente así sería, ella no necesitaba con su edad nada más que lo que tenía.
En este tiempo un día que estaba en el baño sentada haciendo pipí me dijo: “¿sabes qué mamá?, yo me siento un niño por dentro y por fuera” y yo, que ya había hecho el curso, le contesté entre lágrimas: “Cariño, papá y mamá te van a querer seas un niño o una niña igual” y mi pequeña suspiró como el que se quita un peso de encima y se pasó toda la tarde besándome y abrazándome, algo que es poco habitual en ella, ya que no es demasiado afectiva debido a sus primeros meses de vida porque, como a todo en esta vida, a querer también nos tienen que enseñar…
Cosas como: “Mami yo soy un chico sin pene” o “Cuando yo sea mayor tú me vas a cortar las tetillas” son comentarios que para un niño de cuatro años no son normales. Yo en la revisión con su pediatra a los 4 años ya le comenté lo que la niña me decía y me dijo que no se lo fomentase, pero lo cierto es que no puedo mirar para otro lado, ¡no se le ha roto un brazo! Y este año con la revisión de Cloe se lo volví a decir y a comentarle en qué momento estábamos (ya tiene el pelo corto, lleva ropa interior y exterior de chico y quiere que le llamemos David) y se le saltaron las lágrimas y me dijo que éramos unos buenos padres y que lo estábamos haciendo muy bien…
Es este año en carnaval cuando me pidió disfrazarse de bombero, después de lo bien que se había portado en el dentista, pensé: “Se lo merece” pero no le di mayor importancia porque era carnaval. En mayo cuando me dijo: “mami yo quiero ir a la Romería, pero vestido de chico”, ahí pensé: “¡No voy!” ¿Cómo iba a sacar yo fuera de mi casa algo así sabiendo que había personas que no lo iban a entender y que quizás algún comentario podía hacerle daño? Después de que Juan me dijera que sí, que si quería ir de chico que se lo comprase, que no pasaría nada, yo no podía parar de llorar. Antes de ir a la tienda llamé y le hice la consulta a una psicóloga infantil que me dijo que no me preocupara, que era la niña la que me lo estaba pidiendo y no yo la que se lo estaba imponiendo, cogí el coche y me fui a comprárselo entre lágrimas, como llevo viviendo todos estos últimos meses…
En junio cuando ya casi iba a acabar el curso un día viene llorando del cole y me dice que le van a dar un diploma el día de la entrega de notas y yo le pregunto que porqué llora, que eso es una buena noticia y su respuesta es: “me van a dar un diploma rosa de niña y yo soy un chico”, me dio tanta penita que intenté cambiarlo hablando con la profesora pero me dijo que eso venía de imprenta y que no lo podíamos cambiar, así que recogimos un diploma que no quiere ni ver, y ¡guardado está!
En todo este tiempo nunca hemos escondido sus gustos, ya el año pasado por su cumple todo eran pelotas y cosas de fútbol… Sara no es sólo una niña a la que le gustan las cosas de niño, como puede ocurrirles a otras niñas y que se denomina: “Conducta de variante de género”, Sara se siente un chico por dentro y eso ni yo, ni nadie, lo puede parar…
Es en agosto cuando nos pide que se quiere cortar el pelo como papá, ya que antes lo llevaba corto pero sin rapar y aunque no es que me apeteciera mucho, lo vuelvo a consultar con la psicóloga y me dice que no le de tanta importancia que es sólo un corte de pelo y eso la va a hacer feliz, además el pelo vuelve a crecer y pensé: “es sólo un corte de pelo y más a mí que me encantan las mujeres con el pelo corto pero, en el fondo de mi corazón, yo sabía que este no era sólo un corte de pelo, que significaba algo más” así que convencida de que hacía lo mejor para mi hija, accedí.
Después vino el cambio de armario ya que apenas se quería poner su ropa y sólo quería vestirse de futbolista, de las bragas ni nombrarlas porque yo se las ponía y se las quitaba… Otra vez lo consulto y me dicen que le ponga la ropa de niño… Ese día fue muy duro, le dije a Juan que se quedara con las niñas que yo iba a casa y quería hacerlo sola, quería decirle adiós a mi princesita pero no podía… Todavía, a pesar de lo andado, me cuesta mucho y no sabéis lo duro que se hace sabiendo que parte de la sociedad no nos acompaña… Pero si me imagino que la familia tampoco lo va a hacer ya me hundo por completo, por eso os lo cuento, para haceros partícipes y que con el tiempo podáis apoyarnos aquellos que no lo entendáis.
Y a los días, en agosto, estábamos en el coche y nos dijo: “quiero que me llaméis Carlos”, Juan y yo nos miramos y no dijimos nada, íbamos a la playa con ellas, al rato jugando en la arena Cloe dijo: “Carlos, ven!” y nos quedamos helados… Para Cloe Sara siempre ha sido un niño, desde que tiene uso de razón su hermana le ha dicho que es un niño, entonces claro que para ella es fácil llamarla por un nombre de niño porque es lo único que le falta pero, para nosotros, no es tan sencillo, ¡tenemos muchos prejuicios!
El otro día en el colegio la cuidadora de la tarde se puso mala y vino una sustituta que se llamaba Sara y Cloe llegó a casa y me dijo: “¿Sabes qué mamá?, vino Sara, pero ¡era una Sara chica porque nuestra Sara es un chico!” y yo entendí que era así de simple; aunque yo no lo quiera, mi Sara es un chico!
En estos meses, desde mayo hasta ahora, hemos hablado con tres psicólogos y cuatro pediatras y todos nos dicen lo mismo, que estamos en el camino adecuado, incluso nos felicitan cosa que no me consuela porque vivo con el miedo constante de equivocarme…
Un día le dije a Sara: “Sabes qué, mamá y papá ayer vimos un programa en el que salían niños que habían nacido niños y querían ser niñas y niñas que habían nacido niñas y querían ser niños” y me contestó tan tranquila: “¡ah sí!, pues como yo”. En Internet hay un documental de TVE de Documentos TV que se llama El Sexo Sentido, si podéis verlo sería muy útil porque al final, de lo que me he dado cuenta es de que ¡lo que nos falta es información! Mi hij@ está san@!
El día de la presentación en el cole, el 9 de septiembre por la mañana me dijo: “mamá yo quiero ir vestido de chico al colegio”. Y así fue, a pesar de las miradas de todos, y yo intentando hacerme la fuerte y controlar mis lágrimas. Y volví a hablar con su profesora y el director del colegio quienes veían un gran cambio de junio a septiembre, en junio se fue Sara y en septiembre llegó David…
El nombre ha sido algo que también me ha enfadado como tantas cosas de este proceso que está siendo tan duro y del que cada día me pregunto: “¿por qué a mí me ha puesto la vida esta prueba tan difícil?”. Una niña adoptada… ¡Estoy convencida de que la lotería no me tocará nunca más!
Le he preguntado enfadada por qué ahora dice que se llama David si hace dos meses nos dijo que Carlos y me ha respondido que porque le gusta y por Abueli, así que con más rabia me voy a mi madre y le pregunto qué le ha dicho a la niña que ahora se quiere llamar David y me contesta, nada yo le dije que me gustaba el nombre de Álvaro… Y yo insisto: “algo le has tenido que decir porque ahora sólo quiere que le llamemos David y en casa no para de corregirnos” y mi madre hace memoria y me contesta: “¡Ah sí!, le conté que cuando estaba embarazada de ti si tú hubieras sido un niño yo te hubiera llamado David”… Y yo me he dado cuenta de que mi hija sólo quiere complacernos, a mí y a mi madre, ¡hasta con la elección de su nombre!
Cuando me ve llorando me pregunta: “mami, ¿por qué te emocionas?” y yo le respondo: “cariño, me está costando mucho, esperé casi seis años por una princesita y me he traído un príncipe” y me contesta: “tranquila, lo entiendo”… ¡Y no tiene los 5 años todavía!
Pero a pesar de que la ley no me ampara hasta que tenga 6 años, mi hijo me pide cada noche después de rezar que quiere que le llamen David en el cole y yo, después de llorar mucho cada día y a pesar de que necesitaría que esto fuese más despacio sólo puedo abanderar esto y enfrentarme al mundo por su felicidad.
No puede seguir siendo David en casa y Sara fuera, eso no es sano. Cuando salgo y los meto en el coche tengo que mirar a los lados a ver quién hay en la calle para ver cómo lo puedo llamar y no ofender a nadie, hemos pensado hasta mudarnos de casa, de barrio o incluso irnos a vivir a Las Palmas pero sus amigos están aquí y nuestra vida también y su pasado siempre va a estar ahí, no lo podemos cambiar, sólo podemos cambiar su futuro y dejar que crezca feliz. Que puede que nos estemos equivocando y, a veces, me gustaría que así fuera. Dentro de unos años, si se vuelve a sentir Sara, pues la volveremos a llamar Sara… no sé de qué otro modo hacerlo, pero lo que sí sé y queremos es no hacerlo solos, queremos que estén a nuestro lado y sigan viéndoles crecer a David y a Cloe y que sigan formando parte de nuestras vidas, y piensen que sólo queremos lo mejor para nuestros hijos y que la decisión que hemos tomado no es ningún capricho, sólo es el destino que parece que nos ha tocado vivir…
No puedo elegir entre mi hijo y mi familia y me dolerá el alma si no nos quieren acompañar porque significará que no lo han entendido y entonces yo no podré hacer nada más, pero confío en que lo entiendan y por eso he preferido escribiros e informaros.
Juan y Eva