Referirse a alguien transgénero con el nombre con que fue bautizado es cometer ‘deadnaming’. Twitter lo castiga.
Fuente: ElPais Semanal
Begoña Gomez Urzaiz *editado
La entrevista había superado todo tipo de obstáculos. El respetado periodista de Al Jazeera Peter Greste, que sufrió más de un año de cárcel en Egipto acusado de terrorismo, iba a charlar con Chelsea Manning en la Sydney Opera House el pasado septiembre. Finalmente, Australia no concedió el visado a la activista y responsable de la mayor filtración de datos de la historia militar y el diálogo tuvo que hacerse por videoconferencia. La cosa no empezó bien. Antes de hacer la primera pregunta, Greste se refirió a Chelsea como Bradley, usando un nombre que no la representa desde hace más de cinco años. Ella le interrumpió, tensa: “Por favor, no me hagas deadnaming”.
Con ese neologismo, que no tiene traducción por ahora en español, la comunidad trans se refiere a la práctica de llamar a alguien por su deadname o “nombre muerto”, ya sea con intención de ofender o por descuido. Cada vez que alguien le pregunta a una persona trans cómo se llamaba antes (o, mucho peor, cómo se llama “de verdad”) sin venir a cuento, o cuando se identifica una foto de su etapa anterior a la transición con el nombre que tenía entonces, se está cometiendo deadnaming. Por ejemplo, si un medio publica una foto de Caitlyn Jenner cuando era medallista olímpica y le coloca en el pie de foto “Bruce Jenner”, eso también se considera insultar por nombre muerto.
Twitter ya lo ha prohibido. Desde finales de noviembre, cuando la red social delimitó las prácticas que constituyen “conducta de odio” en la red social, cualquiera que se refiera a una persona trans con el nombre que esta ya no reconoce es susceptible de que le cierren la cuenta, por un tiempo o para siempre. Le ocurrió, por ejemplo, a la feminista canadiense Megan Murphy, que escribió que “los hombres no son mujeres” e incurrió por tanto en misgendering, el hermano del deadnaming.
Aunque la medida arrastró cierta polémica porque hay quien cree que vulnera la libertad de expresión, desde muchos colectivos LGTBQ se leyó como un guiño de una empresa que no siempre ha mostrado mucha sensibilidad en torno a este tema. En el pasado, muchos usuarios trans han visto cómo a ellos se los castigaba durante horas o días por reaccionar contra otros tuiteros que los llamaban “travelo” o cosas similares, mientras que estos seguían con su cuenta intacta.
Fuera de Twitter, donde es más complicado “suspender” a alguien, las personas transgénero tienen que negociar a diario con la cuestión. “A mí me cabrea eso de ‘nombre muerto’. No nacemos de nuevo cuando hacemos la transición, simplemente evolucionamos. Preferiría algo como ‘nombre pasado”, dice Mar Llop, fotógrafa y activista que inició su tránsito de género pasados los 40. Ella se refiere a su nombre actual, que es fonéticamente muy parecido al que le dieron al nacer, como su “nombre sentido”, igual que muchas veces se habla del “género sentido” en oposición al género legal. Al contrario que otras personas transgénero, a las que oír el que fue su nombre les desencadena un trauma, Mar dice que a ella simplemente no la identifica y distingue entre quien lo pueda usar “con mala hostia” o por error. “Hombre, si me lo dice mi colega Ramón, al que conozco desde los 14 años, ya veo que no lo hace con mala intención… Por suerte, él mismo se corrige”.