Publicado en el diario de Noticias de Álava.
Hay en Vitoria Gasteiz una cuadrilla de blusas cuyo nombre siempre me resultó singular y que cada día me parece más una declaración de principios universal. Son Los Desiguales, con casi 60 años de historia a sus espaldas. Cuentan que su nombre surgió cuando en la discusión para buscar uno original alguien dijo que no había por qué ser distintos, que se podía ser simplemente desiguales.
En nuestro mundo global y local vivimos a veces basculando entre extremos. Exaltamos la diferencia y reclamamos la igualdad. ¿Y no sería más positivo asumir como parte de nuestro mundo la desigualdad como algo normal? ¿Tanto que no tenga por qué afectar a derechos ni deberes, ni a cariños, afectos o respetos mutuos? Más aún cuando hablamos de personas cuya desigualdad afecta a las expectativas que nos hicimos, no a su propia realidad.
Y es que ahora que hay tanto ruido con la defensa de los derechos de los no nacidos, no es malo tener presente que todavía quedan muchos derechos por defender de los que ya nacieron. La gente no nace para ser lo que queremos que sean. Naces para ser tú mismo. Y tu primer derecho es ser aceptado como eres y como te vas haciendo, no moldeado al gusto del que te cree suyo.
Para los padres y madres no es fácil asumir, por ejemplo, que el niño que tuvieron es una niña. Pero sé de personas que lo consiguen y hacen que sus personitas recuperen la felicidad y la alegría de ser lo que son y de serlo sin tapujos. Porque no son enfermos, ni tampoco inferiores. Son simplemente desiguales. Me pregunto si el resto de la sociedad, empezando por la más cercana, esa que en las esquelas se agrupa pajo el epígrafe de “… y demás familia” estamos preparados. Y es que tanto hablar de normalizaciones, y la que realmente es fundamental y necesaria es la normalización humana, la de aprender a ser todos normalmente desiguales.
arabaonline (Javier Vegas)