Leones con bikini

Seis historias de menores transexuales, una España en miniatura que crece sufriendo

EL MUNDO transcribe seis vidas de niños y niñas transexuales recogidas en la web de Chrysallis, la asociación que reúne a las familias de los menores de la diversidad, de los niños con vulva y las niñas con pene. En internet aparecen con sus nombres reales, pero aquí los cambiamos para preservar su intimidad.

Natalia Aventín, presidenta de Chrysallis: «También hay niños y niñas que no hablan, empujados a vivir lo que no son. Tenemos casos de padres que compran bikinis a su hijo porque no aceptan lo que él se siente, de otros que se dirigen a sus hijas con nombres masculinos o viceversa e incluso de alguno que ha pegado a su hijo. Y de chavales que llevan con psicólogo ¡seis años! diciéndoles que esperen y esperen sin ayudarles a reafirmar su identidad. Hay chicos que no van a la piscina porque les están saliendo pechos y nadie afronta el tema de los bloqueadores hormonales. Aquí les escuchamos, les aconsejamos y nos ofrecemos a hablar con sus padres. Saber que no están solos es fundamental».

A estos niños y niñas la vida les trató de reojo. Unos siguen sufriendo los vistazos ajenos que les miran pero no los ven. Otros, con el paso inquebrantable de los años, acaban bien. Y son felices. Como las hadas.

Vivir escondida
«Hola soy Juan, bueno, en realidad, Juana. Tengo 14 años y he vivido escondida desde 1º de la ESO. Mi madre no me hizo caso y mi padre cree que soy gay, cuando soy transexual. Desde que tuve cabeza me he sentido mujer. Mi situación en el instituto ahora es buena, pero años atrás lo he pasado muy mal porque los niños se metían conmigo. Con 14 años he aprendido que ser diferente no es malo, sino que mi cuerpo no me corresponde. Mamá o papá, si algún día os leo esta carta será porque me siento preparada para cambiar mi vida y, sobre todo, porque confío en vosotros y espero que me apoyéis».
Al baño de discapacitados
«Hoy ha sido el día más importante en mi lucha. Hoy se firma el Protocolo Educativo (de la Ley de Transexualidad de Andalucía). Ese Protocolo por el que debido a su ausencia sufrimos burlas, miradas lapidarias, críticas. Ese Protocolo que al no existir expulsó a mi hija de su cole, que cortó lazos de amistad, que relegó a mi hija a un baño de discapacitados, que no la dejó ponerse su falda, que la sentenció a ir cada día con chándal para evitar un mal mayor… Ese Protocolo en la sombra que no impidió que algunos padres y madres recogieran firmas contra mí y mi hija ya que yo era una ‘madre maltratadora’ al hacer ese ‘experimento’ con mi hija… Quiero dar las gracias a esa personita tan importante en mi vida, que es mi hija, que ha dado muestras de que personas pequeñas, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar un todo».
La niña león
«Ésta es la historia de una niña que no es niña. Que nació en un parto intenso y salvaje. Y la hizo salvaje a ella. Una niña. Vestida de rosa. Pero con el tiempo nos contó que no era una niña. Que llevaba un cuerpo femenino, pero se sentía un león. Un lobo. Un caballo. Ésta es la historia de un niño que nos hizo replantear toda existencia. Que nos contó que llevaba un cuerpo de niña, pero que no lo era. Y que no por no tener vagina se es niña. Que podía ser lo que quisiera. Una niña, un niño, un león o un caballo. Que en casa le querríamos igual. Ésta es la historia de un muchacho vestido con un cuerpo en femenino, que a veces se cambia el nombre, pero siempre se siente libre. La historia de un niño que enferma porque la gente que le rodea no entiende que no es una princesa. Y es la historia de un padre y una madre que tuvieron que aprender a romper clichés. Que acompañan desde el amor a su muchacho nacido niña. Que le llaman León. Que le aman desde lo más profundo. Porque puede ser lo que desee. Y más».
‘Mamá, voy a coger una tijera’
«Cuando nació me dijeron: ‘Es un varón’. Iba creciendo y mostrando interés por vestirse con ropa de niña y sólo quería barbis. Lloraba porque sólo quería ponerse vestidos. Hasta que un día, con sólo un año y medio, me dijo: ‘Mamá, ¿yo por qué tengo esto si soy una niña?’. Llegaba de la guardería, se quitaba la ropa y, antes de comer, se vestía de niña. Cogía una camiseta, la metía por la cabeza y la echaba hacia atrás como si fuera su pelo largo. Hasta que llegó el día que ya no quería ir al colegio porque sabía que tenía que ir vestida de niño. Un día, llorando, me dijo: ‘Mamá, yo no quiero tener esto, voy a coger una tijera y me la voy a arrancar. Llévame al médico para que me quite esto’. El pediatra me mandó a ‘salud mental’, la psicóloga me dijo que en mi casa podía ser lo que quisiera, pero que fuera tenía que ir vestida de niño y llamarse Javier, que todo esto se le pasaría. Yo no estaba convencida de lo que decía la psicóloga, fui empapándome en internet y descubrí que mi hija era una niña transexual. Un día me armé de valor y le dije: ‘¿Tú quieres salir vestida de niña a la calle?’. Y ella me contestó: ‘Sí, mamá, por favor’. Y yo le dije: ‘Tranquila. Tu padre y yo estamos contigo y no vamos a permitir que nadie te haga daño’. Y me contestó: ‘Pues vamos al chino y me compras todo lo que me hace falta’. Y nos echamos a reír, nos fuimos de compras y ella se compró faldas, trajes, horquillas, manoletinas… Desde ese día tiene otra cara, parece otra persona. Es feliz».
De cómo ser más bruto
«Desde los dos años a mi hijo le gustaban las cocinitas, las princesas. A los 3 se metía en mi armario para ponerse mis zapatos de tacón, se hacía vestidos con toallas. La Sirenita fue su obsesión un tiempo, luego las hadas, las Monster, su color era el rosa… Empezando Primaria encontró un mejor amigo, ¡estaba tan feliz! Hasta que el último día de colegio su amigo le dijo: ‘No puedo ser tu amigo; si no cambias y eres más bruto no podemos seguir siendo mejores amigos’. He visto llorar a muchos niños, pero nunca con esa pena tan profunda. La primera semana de vacaciones se la pasó jugando al baloncesto, intentando ser todo lo bruto que podía, pero se dio por vencido. Encontramos algo que le hacía sentir genial: el ballet. Pero en la función de final de curso no entendió por qué no la habían elegido para ser hada y le había tocado ser cuidador de hadas. Su profe le dijo: ‘No puedes ser un hada porque eres un niño’. Este año, mientras me bañaba, vino corriendo y me dijo: ‘¡Mami, he tenido una súper idea. He encontrado esto (la concha bautismal) y si me bautizas podré ser una niña!’. Se metió en la bañera, la acurruqué y la bauticé con el nombre que me dijo: ‘Alicia’. A partir de ahí ya ha sido Alicia, aunque en el cole no la quieren, les da miedo tener una alumna con colita y nos ofrecen un colegio de integración, imagino que por miedo a que pueda contagiar a alguien. En ballet es Alicia, en su escuela americana es Alicia, en su clase de música es Alicia. Para todos los que la conocemos es Alicia».
‘Como si quieres ser camionera’
«Me llamo María y nací en un cuerpo masculino. En la guardería no encajaba porque la profe decía que los niños tiene ‘cola’ y las niñas ‘tete’, y yo era una niña con ‘cola’. Así que no sabía con quién jugar y jugaba sola con la cocinita o las muñecas. En el cole odiaba el día de los disfraces porque me vestían de pirata o vampiro y yo lloraba. Mi mamá lloraba porque no sabía por qué yo no era feliz. Yo no quería ver llorar a mamá, así que empecé a comportarme como un chico. ¡Hasta me eché novia! Así pasaron los años y yo seguía haciendo lo que les hacía felices, pero a la vez seguía jugando solo con mis amigas. Cuando cumplí los siete años mis amigos me regalaron todo de chico, pero yo quería muñecas y vestidos. Empecé a portarme mal en el cole y en casa. Un día, mi mamá, llorando, me dijo: ‘Hijo, dime qué te pasa’. Yo quería verla feliz, así que le dije: ‘Mamá, siéntate, no te enfades, ni te rías y, por favor, no se lo digas a nadie. Lo que más deseo en el mundo es ser niña’. Ella se quedó mirándome, me abrazó y llorando me dijo: ‘Como si quieres ser camionera. Ahí estaremos tu padre y yo para ver cómo, pero si es lo que te hace feliz adelante’. Camionera, mi mamá está como una cabra… si yo quiero ser doctora para que nadie más se muera. Ahora soy una niña muy feliz con todos mis vestidos y muñecas».
El infierno a los siete años. Ésta es la vida pintada de una niña de siete años que nació niño. Se escondía en la habitación, sufrió el rechazo de su colegio, vivió aislada mucho tiempo… Hoy ha sido aceptada como se siente, como es. Su dibujo fue uno entre la treintena que Chrysallis expuso en Sevilla durante la última semana cultural del Orgullo Transexual.