Por Alan.
El 24 de diciembre, mientras gran parte de las familias de medio mundo se reunían para compartir una noche de felicidad, a una familia catalana se le rompía el corazón con el suicidio de Alan, un chico de 17 años y toda la vida por delante. De hecho, hacía poco que comenzó una nueva vida, más acorde a la que tenía derecho desde que nació, después de que el encargado de su Registro Civil le autorizara el cambio del nombre que erróneamente se le había impuesto al nacer atendiendo a sus genitales.
La noticia nos llegó al resto de familias que componemos Chrysallis sumiéndonos en una profunda tristeza e indignación, y de ahí se ha propagado al resto de la sociedad.
Por Alan queremos decir a esta sociedad que BASTA YA, que con los menores transexuales «ya toca» reconocer y respetar su identidad de género. Si las personas transexuales son la minoría dentro de las minorías, los menores son la minoría dentro del colectivo de las personas transexuales.
Para «proteger» a los menores transexuales, los poderes públicos han optado porhacer creer que no existen. Se les excluyó de la Ley de 2007 que permitió a las personas transexuales rectificar el sexo registral, pero con ello no se ha conseguido que no existan personas transexuales menores de edad (es una condición innata y ajena por completo a la voluntad de la persona), sino que la consecuencia ha sido que los menores trans vean expuesta públicamente su condición de persona transexual, y que tengan dificultades para conseguir ser tratadas a todos los efectos conforme a su identidad sexual, porque en el registro figuran con un sexo registral erróneo que sólo puede ser rectificado si se contratan los servicios de un abogado y un procurador para acabar ante el Tribunal Supremo, como ocurre con un menor de Chrysallis.
Durante algunos días, Alan tuvo el privilegio de ser uno de los 27 menores a los que el encargado de su Registro Civil les ha autorizado el cambio de nombre, como solución de compromiso que evite el menoscabo de su derecho a la intimidad y les facilite el ejercicio de su derecho al libre desarrollo de su personalidad conforme a su identidad sexual.
Sin embargo, Alan no tuvo de su lado a los poderes públicos que debían haber impedido ser objeto de transfobia en el ámbito escolar. Por eso, su suicidio es un asesinato social. La discriminación por razón de identidad de género es frecuente en nuestro país y la impunidad ante las conductas tránsfobas es regla general.
Parece como si contra las personas transexuales todo valiera, y que éstas debieran soportar ser objeto de falta de respeto, preguntas y miradas indiscretas, por el hecho de ser minoría en una sociedad que en teoría respeta la diversidad.
Nada más lejos de la realidad. Si esa falta de respeto se produce en el ámbito escolar, las autoridades educativas no siempre responden con la contundencia que debieran, sino que la condescendencia hacia las personas cisexuales (las no transexuales) llega hasta el punto que la tolerancia debe ser de las víctimas hacia los agresores, y no a la inversa.
Sociedad española del siglo XXI: hasta aquí hemos llegado.
Sepan que los menores transexuales existen. Y que si a un menor trans no se le autoriza la rectificación del sexo registral y el cambio de nombre, no por ello va a dejar de ser un menor transexual: será un menor cuyo derecho a la intimidad se menoscaba.
Si a un menor transexual no se le dispensa el tratamiento hormonal que le corresponde, no dejará de ser un menor transexual: será un menor a quien se le desarrollarán unos caracteres sexuales secundarios que le marcarán de manera irreversible frente a la sociedad.
Si a un menor transexual se le supedita cualquier trato a que previamente sea objeto de «diagnóstico» por un tercero, será un menor transexual a quien se le trate como si fuera un enfermo mental, sometiéndolo a la indignidad que supone negarle que sea él quien indique cuál es su identidad sexual, vulnerando su derecho al libre (no condicionado) desarrollo de su personalidad.
Si a un menor transexual no se le considera conforme a su identidad sexual a todos los efectos en el ámbito escolar, deportivo, etcétera, se convertirá en un menor humillado y discriminado.
Y si a un menor transexual no se le protege contra la transfobia, muy probablemente termine como nuestro Alan. La tasa de intentos de suicidios en personas transexuales llega al 41%, según los últimos estudios, algo del todo inaceptable. Hay que poner fin a esta indignidad. El asesinato social de Alan debe ser el último que se permita la sociedad española del siglo XXI.
*Chrysallis es la Asociación de Familias de Menores Transexuales.