La transexualidad es un concepto sobrevenido por la interpretación cultural del género y de las identidades sexuales. Es decir, es un factor exógeno que afecta transversalmente a la vida de una persona y hasta ahora a lo largo de toda su vida que, también hay que decirlo, debido al rechazo social, venía siendo corta.
Publicado el 11/04/2017 en el diario.es
Autora: Natalia Aventín Presidenta de Chrysallis Asociación de Familias de Menores Transexuales
http://www.eldiario.es/desigualdadblog/origen-desigualdad-menores-transexuales_6_631746858.html
El principio de esa desigualdad y la raíz del problema ha sido el rechazo del núcleo familiar que iba contagiándose, como onda expansiva, al resto de la sociedad.
Al nacer o incluso antes, la familia proyecta una imagen sobre la persona recién llegada que incluye toda una serie presupuestos basados en normas culturales y vivenciales, cualquier realidad que altere esas expectativas distorsiona la sensación de confort que se sustituye por el desasosiego.
Ser una persona transexual tiene que ver con el desajuste que produce que te adjudiquen cuando naces una identidad que no se corresponde con la tuya.
En España nace un movimiento de familias que deciden respetar la identidad de sus hij@s en el año 2013, Chrysallis Asociación de Familias de Menores Transexuales inicia su andadura con seis familias, y a día de hoy se rozan las 500 personas asociadas, aunque realmente se ha informado e incluso acompañado a muchas más familias.
Podemos decir que este movimiento ha producido un cambio del paradigma, alejando esa situación inicial de rechazo de la identidad sentida en la infancia, por lo menos en un número creciente de hogares.
Esta ruptura trae como consecuencia que esa onda expansiva de la que hablaba al principio pierda fuerza y los muros de resistencia social empiecen a debilitarse. Quedan estamentos muy rígidos en la administración, como los servicios sanitarios, que muestran poca permeabilidad a las situaciones emocionales y de bienestar, aferrándose a publicaciones y datos que se contradicen entre sí.
Una vez establecido el marco genérico podemos entrar a analizar lo que ocurre en las familias y como es lógico encontramos diversidad de respuestas que producen desigualdad. En un extremo encontramos las familias que siguen rechazando y se niegan a acompañar, en esos casos nos suelen contactar jóvenes desde doce a veinte años que necesitan que se les escuche y se le den herramientas. Es muy triste ver como los seres queridos pueden ocasionar profundos daños por no escuchar a quienes les necesitan.
A veces son las propias familias que se acercan a Chrysallis a buscar una confirmación de que su hij@ no es transexual con el único fin de intentar calmar su conciencia. También las hay que, aun siendo conscientes de la realidad, buscan información, como si esto les acercase a su ideal de buen padre o buena madre, pero sin ninguna intención de solventar la situación.
Afortunadamente cada día somos más las familias que decidimos escuchar, respetar y acompañar con orgullo a nuestr@s menores, que ante las desigualdades nos convertimos en activistas que se visibilizan y defienden, en todo tipo de entornos, a la infancia y a la juventud con sus identidades disidentes.
Esta realidad nos aporta la oportunidad de revisarnos como sociedad, añadiendo un enfoque de cuestionamiento sobre cómo las clasificaciones identitarias y de género nos abocan a estructuras sociales excluyentes que promueven desigualdad.