Daniela no es un problema, es una oportunidad

Siempre lo supe pero no lo quise ver o, mejor dicho, siempre lo supe pero no sabía verlo, lo cierto es que no sabía que cabía esa posibilidad. Una posibilidad infinita, llena de matices, de interrogantes, de miedo… no me importa reconocerlo, miedo a lo desconocido, a lo diferente, a la sociedad, a equivocarme, miedos reales y algunos absurdos, miedo de saber y por fin ponerle nombre a lo que intuía.

Desde los dos años a mi hijo le gustaban las cocinitas, las princesas; a los 3 años ya se metía en mi armario para ponerse mis zapatos de tacón, se hacía vestidos con toallas y su abuela decía: “Este niño nos ha salido modisto…”. La sirenita fue su obsesión durante un tiempo, luego fueron las hadas, las monsters…, su color preferido el rosa, “…Mamá…”, me decía, “¿por qué el rosa es de niñas?”, y yo le contestaba: “Los colores son de todos”.

Y como una ráfaga de viento nos encontramos empezando ya primaria, en el colegio que siempre había soñado, al que habían ido sus tres hermanos. Yo tenía la ilusión de que tuviera un mejor amigo y lo encontró, bueno… se encontraron, ¡estaba tan feliz! Hasta que a final de curso, de hecho el último día de colegio, su amigo le dijo: “No puedo ser tu amigo, si no cambias y eres más bruto, no podemos seguir siendo mejores amigos”. He visto llorar a muchos niños, pero nunca con esa pena tan profunda. La primera semana de vacaciones se la pasó jugando al baloncesto, intentando ser todo lo bruto que podía, pero… una semana después se dio por vencido.

Uno de los momentos que más me impactaron fue un día que estábamos comiendo toda la familia y los mayores preguntaban a su padre, que es médico, sobre el tema de la reproducción y acabó explicándoles la diferencia entre las niñas y los niños y les dijo: “Todos somos niñas, así que somos XX, y nos convertimos en niños cuando el palito de la segunda X se cae y nos convertimos en XY”. Ese momento fue crucial para nuestro hijo pequeño que al oír esto dijo desesperado: “¡¡¡¡¡A mí se me cayó el palito, papá, pero no se tenía que caer!!!!!!!”. Su agobio era brutal, me impactó, me dolió el corazón, más claro no pudo ser y yo seguía sin entender.

Me sentaba en el salón de mi casa pensando en él, en lo sensible que era, rodeada de fotos de todos mis hijos, de mi marido, mías y la de una niña, que por algún motivo que yo ignoraba, mi hijo insistió en que le pusiera un marco y estuviera en el salón. Ni siquiera viendo ese dibujo durante años fui capaz de entender lo que nos decía a gritos.

Encontramos algo que le hacía sentir genial, el ballet, fue nuestra salvación, le ha hecho muy feliz aunque cuando llegó el momento de la función de final de curso no entendió por qué no le habían elegido para ser hada y le había tocado ser cuidador de hadas. Llegué a hablar con su profesor para ver si era posible ponerles alas a los cuidadores pero… no. Aún así se resignó, su profe le dijo: «No puedes ser un hada porque eres un niño», yo que lo oí, lo entendía, pero se me partía el corazón igual que a él.

Este año mientras intentaba relajarme dándome un baño, vino corriendo y me dijo: “¡¡¡¡Mami!!! He tenido una súper idea, he encontrado esto (la concha bautismal) y he pensado que si me bautizas podré ser una niña!!!!!!».  Se metió en la bañera conmigo, lo acurruqué en mis brazos y la bautizé con el nombre que me dijo: “Soy Daniela, mamá”.  Desde ese momento se liberó y desde entonces es ella, ahora es mi chiquitina, una niña feliz. Podría haberme negado y decir: «¡Qué tontería, anda, vete a tu cuarto!», pero no fue así.  Fue un acto de amor, una liberación para ella y para todos nosotros.

A partir de ese momento ya ha sido Daniela, aunque en el cole de sus sueños no la quieren, les da miedo pensar en tener una alumna con colita y nos ofrecen un colegio de integración en el que sí están preparados para afrontar algo así y que termine el curso en casa, me imagino por miedo a que pueda contagiar a alguien. En ballet es Daniela, en su escuela extraescolar americana es Daniela,  en su clase de música es Daniela, para todos los que la conocemos desde siempre es Daniela, la respetamos, la admiramos por su valentía y disfrutamos de verla feliz.

La respuesta del nuevo colegio que hemos encontrado ha sido: “Para nosotros Daniela no es un problema, es una oportunidad de educar a nuestros alumnos en la diversidad y estaríamos encantados de tenerla entre nosotros”.

Con su mochila ya preparada, cargada de ilusión, le espera una nueva etapa en la que nos tocarán momentos más alegres que otros, algunos difíciles, otros más fáciles, pero siempre estaremos a su lado acompañándola y respetándola.

With love by mom