Cómo lograr la identidad sexual de tu hijo menor

Los cacereños Maribel Díaz y Juan Peña, padres de un chico transexual de 15 años, son los primeros de Extremadura en cambiar (sin ambigüedades) su nombre en un juzgado.

ROCÍO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ    Resultado de imagen de el periodico extremadura logo
30/10/2016

FOTOGRFÍA DE FRANCIS VILLEGAS

Miradas que, cuanto menos, cuestionan -y a veces humillan-cuando en la consulta del médico a viva voz llaman a una chica y se levanta un chico. O cuando toca pasar lista en clase o ir al cuarto de baño diferenciados por sexos. O cuando, por obligación, hay que llevar uniforme al instituto. Situaciones desagradables que dañan, y mucho, a quien las sufre. Por eso ellos lo tuvieron claro desde el primer momento: debían pelear porque su hijo se sintiera identificado con su propio nombre. Maribel Díaz y Juan Peña, vecinos de Cáceres, son padres de un menor transexual de 15 años y los primeros extremeños que han logrado que un juzgado de la región acepte cambiar su nombre sin ambigüedades. Pasa de ser femenino a masculino sin ningún matiz, sin necesidad de usar palabras extranjeras para burlar la ley.

La clave está en que la legislación vigente (de 2007) sólo lo permite si la persona es mayor de edad y lleva dos años de tratamiento hormonal, condiciones que el chico no cumplía. Pero Maribel y Juan quisieron que el sentido común estuviera por encima de las normas. Y han demostrado que es posible, abriendo así una puerta a otras familias de la comunidad que necesiten dar este paso. «Sí sabíamos que había sentencias favorables en otros sitios de España que nos han servido de guía», asegura Maribel.

La historia de este adolescente es una más de una realidad, la de las personas transexuales, cada vez más visible y que va dando hacia pasos hacia la normalización. Aunque cada peldaño suponga una batalla. Estos padres cacereños aportan su propia experiencia «como gesto de activismo», pero prefieren salvaguardar la intimidad de su hijo.

«Un día nos llamó la orientadora del instituto y nos dijo que él quería hablar con nosotros. Cuando nos lo explicó fue una gran sorpresa», recuerda Juan. Lo primero que sintieron ambos fue miedo por el posible rechazo social y mucho desconcierto: debían hacer frente a una realidad que apenas conocían. «La primera semana estábamos desorientados. Pensábamos que por lo menos debíamos ser los únicos en Extremadura». «Pero hay que saber cómo reaccionar –dice Maribel–, y él tuvo todo nuestro apoyo (y el de su hermano mayor) desde el principio».

El desconcierto dio paso al ansia por saber. «Necesitábamos empaparnos de información porque no conocíamos nada».

En ese camino acudieron a la Fundación Triángulo y Chrysallis y pronto empezaron a ser conscientes de que aquello que su hijo les había contado no era tan raro. «Descubrimos que había más familias en Extremadura, en la propia Cáceres, en su propio instituto… Entonces abres los ojos y dices: esto no es un problema».

Aprendieron que ser una persona transexual no es una opción, sino una condición natural más y a partir de ahí se hicieron un máster en la materia y se convirtieron en educadores de su entorno: la familia, los amigos, el instituto. «Les íbamos mandando documentales e información que sabíamos que ayudarían, porque la gente desconfía de aquello que no conoce. Pero cuando te adentras en el tema, te quitas muchas dudas y te das cuenta de que todo es muy entendible. Lo que pasa es que en esta sociedad todo lo que no es mayoritario parece que se quiere ocultar». Aquella primera conversación fue en diciembre y en agosto iniciaron el tratamiento hormonal. En este sentido, estos padres se lamentan de que siempre tenga que ser un psicólogo —o un psiquiatra– quien autorice el paso al endrocrino. «Es suficiente con un sexólogo y un endrocrino, porque ellos no tienen ningún problema, saben perfectamente qué les pasa, sólo hay que escucharlos».

Más allá del tratamiento hormonal, querían que su hijo cambiara oficialmente de nombre: «Porque tener un nombre registral distinto a tu identidad de sexo es vulnerar tu derecho a la intimidad», expresa Juan. Y añade: «Imagina cada vez que tienen que identificarse, hay veces que se llega a estados de humillación».

Ya en junio iniciaron el proceso (que es gratuito): «Presentamos una petición en el juzgado en la que adjuntamos un informe del psicólogo, del endocrino, del instituto donde se dice que allí se le trata por el sexo que siente y que usa los baños de chicos, un certificado de la federación deportiva… Y la jueza nos dio la razón, a pesar de que la ley, no entendemos por qué, no lo contempla», explica Maribel.

En apenas un mes ya habían logrado la modificación. A partir de ahí empezaron a actualizar todos los documentos: DNI, tarjeta sanitaria, Seguridad Social, empadronamiento, INE…

No obstante, sólo han podido llevar a cabo el cambio de nombre, que no de género, «porque el proceso es más complicado, pero lo que queríamos es que nuestro hijo se sintiera identificado con lo que pone en su DNI». «No obstante –añaden–, en la tarjeta sanitaria, por sentido común, le han cambiado el género». Este matrimonio reconoce que, aunque quedan varias batallas por delante, han tenido mucha suerte desde el primer momento: la buena respuesta de familia y amigos, la implicación del instituto, la rapidez del juzgado, la actitud del psicólogo: «Hay veces que cuentas esto y te sientes un poco mal por aquellas familias a las que no les sale bien, conocemos a algunas para las que, por ejemplo, el psicólogo ha sido la primera barrera. Pero queremos compartir nuestra experiencia para mostrar que no es ningún drama. Desde que lo asimilamos, todo es euforia, porque lo peor es ver triste a tu hijo».

De hecho, ellos sospechaban que algo le pasaba porque meses antes de aquella primera conversación lo veían cada vez más encerrado en sí mismo, aunque lo achacaron a los síntomas propios de la adolescencia. «Después, viendo fotos antiguas, nos dimos cuenta que nunca sonreía». Ahora que todas las piezas encajan, lo hace con mucha frecuencia. «Se ha vuelto muy cariñoso. Y es feliz. ¡Qué más se puede pedir como padres! Esto nos ha hecho crecer muchísimo y hemos dejado de vivir en el estrés del día a día».

Pero son conscientes de que les toca seguir peleando y que queda mucho por hacer, como que la ley incluya a los menores en el cambio de nombre: «Fíjate si es importante que nuestro hijo no se quiso presentar a la prueba de inglés del B2 para que en el diploma no apareciera un nombre que no se corresponde con su identidad sexual».